Mañana es mi último día en Bronchales por este verano. Entre mis días aquí y en Monreal del Campo, llevo aproximadamente 30 días sin pisar Valencia, ni ganas que tengo.
Supongo que te preguntarás por qué es tan especial para mí este pueblo. Allá por 1930, la generación de mis bisabuelos, y en concreto mis bisabuelo maternos José María Paredes y Victoria Gimeno, empezó a visitar este pueblo de la Serranía de Albarracín, con fines lúdicos, la caza, y terapéuticos, el clima seco ideal para el reúma. Mi bisabuelo, al que conocí pues murió en 1983 y yo nací en 1975, era ebanista, y mi bisabuela hornera y pastelera. Ambos abrieron un horno, por el cual la plaza en la que todavía hoy su casa sigue, recibe el nombre de Plaza del Horno. Según cuentan mi madre y mi abuela, ellos hacían pan la temporada de verano, unos tres meses, aquí en Bronchales, y el resto del año en nuestro pueblo de Valencia, Albal.
Tras mis bisabuelos vinieron la generación de mi abuela, con sus dos hermanos y dos hermanas. Mi madre, la nieta mayor de mis bisabuelos, vino también muy joven, y existe un vídeo grabado por mi tío-abuelo, el ex-futbolista del Valencia C.F. José Paredes, al principios de los años 60, en los que se ve a mi madre de nueve años, en blanco y negro, por estos lugares. También se ve muchas rocas en lugares como Corralizas, cerca del cual ahora hay un fantástico camping, sobre las cuales cuarenta años después yo me he encaramado, y que no he tenido problemas en reconocer en el mencionada película.
Mis padres, hacia 1982, un año antes de nacer mi hermano, concretamente en Agosto, mi madre de 8 meses, compraron un pequeño terreno en una calle del pueblo, antigua cochera de la casa del médico, donde desde 1983 tienen una pequeña pero acogedora casita, desde la que escribo esta entrada del blog (gracias a aircrack-ng).
Yo vine a Bronchales, según cuentan, en verano de 1975, con tan sólo 5 meses. Tengo además, alguna foto con mi bisabuela, en la puerta de su antiguo horno, con un año aproximadamente de vida. Ha habido muchos veranos, los que más recuerdo los de mi etapa de secundaria, en los que he pasado aquí cerca de 60 días en verano, Julio y Agosto. Un año conté las noches que salí por aquí con mis amigos y amigas, y conté 54 seguidas, el mismo número de días que aquí estuve.
Este año he traído a mi hija a Bronchales. Con tan sólo 7 meses le he enseñado cosas como el monte, los pájaros, gatos, perros, gallinas, patos, palomas, y ciervos, he perseguido, con ella en la mochila sobre mi pecho, mariposas por la Fuente de la Majada de las Vacas en Orihuela del Tremedal, hemos visto sus primeras setas en la recta del puerto, y hemos tocado con las manos el agua fría como el hielo de las fuentes de Bronchales.
Junto con las hijas de mi prima hermana, de cinco y dos años, mi hija pertenece a la quinta generación de mi familia que visita este pueblo. Con todo este detalle, todavía no he dicho por qué me apasiona Bronchales, y la verdad, no sé por dónde empezar.
Empezaré por un tópico de las conversaciones sociales poco trascendentales, el tiempo. El clima, a 1500 metros de altura, es seco, y aunque durante el día en Agosto se puede alcanzar fácilmente los 30 C, en cualquier sombra es incluso posible necesitar un chándal, si no más abrigo. En pleno Agosto, solemos dormir con pijama largo y manta, más hacia finales del mes, siendo este año la gran excepción. Esto para un valenciano, sudor por humedad a sol y sombra, es una bendición.
Seguiré por el pueblo. En invierno anda por el medio centenar, o poco más, de habitantes. Es por ello un pueblo asequible para desplazarse a pie, comprar, y olvidarse del coche para las tareas mundanas. En verano, un buen año, sobre todo en fiestas, la colonia veraneante puede superar fácilmente las 5000 personas, si bien el pueblo y sus servicios están bien preparados para ello. Existe un buen supermecado, abierto todo el año, incluso domingos, un par de fruterías, un excelente horno (nada ya que ver con mi familia) y algunas tiendas de comestibles. El fuerte de Bronchales son sus alrededores. A tiro de 5-20 minutos en coche se dispone de fuentes con sus correspondientes lugares para hacer fuego y pasar así un día de campo, sea de paella, sea de carne a la brasa, sea de lo que se guste, a la sombra de los pinos, o bajo un maravilloso sol de montaña.
Hoy más que antes el pueblo ha tomado un actitud muy receptiva de cara al veraneante, en lo referente a actividades. En mi caso, las actividades se "reducían" a, con mi grupo de amigos y amigas: ir al monte, jugar a cartas (guiñote), ver las estrellas, charlar en la calle hasta altas horas de la mañana, ir al pub o al disco-bar, a los dos o tres bares que hay, jugar al futbolín, salir a correr, dormir la siesta, dormir doce horas, comer bien y mucho con el apetito que aquí se abre tras la inapetencia de los primeros meses de calor en Valencia, desayunar los días de fiestas (sin haber dormido), leer muchos libros, y poco me dejo ya. Como decía, hoy hay una excelente semana cultural los días previos a las fiestas, y un grupo de senderismo estupendo, todo para culos inquietos de ciudad.
Termino ya esta larga entrada, diciendo que hoy he estado con mi hija sentado en el suelo a la puerta de casa, la calle es de adoquines y así seguirá pues están protegidos, viendo pasar un coche de vez en cuando, oyendo ladrar algún que otro perro, viendo mecerse las copas de los árboles y oyendo cantar "als pardalets" como le decimos a ella.
Ha sido el mejor verano de mi vida. Espero repetir el año que viene, con mi hija un año más mayor, para que se graben en ella las imágenes y vivencias que me han transmitido varias generaciones.
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2 comentarios:
Que bonico... para mi Bronchales ya no es lo que era, pero bueno hay cosas que se disfrutan como las horas de sueño y las paellas en el campo... espero que Sofi pueda disfrutarlos toda la vida y tu tambien ;)
Por lo visto me llevaron mis padres a Bronchales cuando tenía un año, me salió una alergia del quince y hubo que volver urgentemente a Valencia.
Así es que mis experiencias en Bronchales no son tan bonitas como las vuestras...
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